lunes, 8 de agosto de 2011

Alexandra David-Néel





Exploradora del Tíbet. Fue la primera mujer occidental en entrar en la ciudad prohibida de Lhasa, tras años de dura travesía y disfrazada de mendiga tibetana.

Nació en París, el 24 de octubre de 1868 y falleció en Digne, en los alpes franceses, el 8 de septiembre de 1969.

Fue una mujer inteligente y rebelde desde niña. Su biografía está repleta de anécdotas que se suceden desde temprana edad, escapando siempre de casa para encontrar mundos nuevos, para explorar. Pero siempre, una y otra vez, era devuelta a sus padres que, como todos los padres, se preocupaban por ella y su irreflenable disposición a la aventura.

En una ocasión escribe:
"LLoraba amargas lágrimas más de una vez, pensando en que la vida se me escapaba de las manos tantas veces durante mi temprana juventud, sin hacer nada sino dejarla pasar. Pensaba que estaba perdiendo bellisimos momentos que nunca volverían. Mis padres sin saberlo, en su afán por protegerme e inculcarme una educación acorde a lo que se esperaba de una señorita, me hicieron más daño que cualquier enemigo paciente."

Era una mujer inquieta y fascinante. Con 18 años y con una bicicleta y pocas pertenencias, se marcha de nuevo de casa sin decir nada a sus padres y recorre Francia hasta llegar a España.

A partir de entonces comienza a viajar con regularidad y comienzan así mismo sus estudios orientales, del Corán, de Teosofía etc. Como curiosidad hay que destacar su paso por el teatro como actriz de ópera, trabajo que le otorgó reconocimiento y que acabó dejando pronto porque no le ofrecía lo que ella más deseaba: viajar lejos y conocer la religión y cultura budistas.

Pero eso llegó años después. Antes, su viaje a India, consentido por su esposo que era también su amigo y un hombre que le entendía bien. Se despidió de él, esperando volver en un par de años apenas... pero finalmente fue cartoce años después, en 1925, que ambos se volvieron a encontrar... apenas unos días.

Durante esos años ella había recorrido buena parte de Asia estudiando y conociendo la cultura Tibetana, el budismo y el sánscrito. Su intención era estar preparada para encontrarse con los grandes gurús y pensadores que eran quienes podían abrirle las puertas de aquello que ella más deseaba; el conocimiento.

Gracias entre otras cosas a esa preparación, a su continuo deambular de una país a otro de Asia y a su inseparable compañero, el joven lama Yongden a quien había cogido en adopción, consigue por fin y tras muchos contratiempos, entrar un día en la ciudad prohibida de Lhasa. Allí pasa dos meses aprendiendo y recorriendo la ciudad. Hablando con todos, meditando, escribiendo.

Y a escribir es a lo que dedica el resto de su vida cuando vuelve a Europa y se asienta en los Alpes en 1928. En la localidad de Digne construye su particular fortaleza de meditación y sabiduría. En un lugar de cielo azul y montañas blancas, "el Everest lilliputiense" como lo llamaba ella.

A pesar de ello, continúa viajando con la compañía de Yongden. Cuando éste fallece, ella siente la soledad y la nostalgia de las altas montañas del Himalaya. Escribe y relata sus aventuras; es reclamada en numerosas conferencias y organismos para dar testimonio de sus descubrimientos.

Hasta el día de su muerte, con casi 101, persiste en la idea de viajar y renueva su pasaporte porque: "nunca se sabe"...

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